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Hospital psiquiátrico

Un sádico, un masoquista, un asesino, un necrófilo, un zoófilo y un pirómano están sentados en el jardín de un psiquiátrico.

Sin saber cómo ocupar su tiempo, y aburrido, el zoófilo dice: —¿Y si nos follamos un gato?

Entonces el sádico dice: —¡Eso, vamos a follarnos un gato y después lo torturamos…!

El asesino agrega: —¡Vamos a follarnos un gato, torturarlo y después matarlo!

El necrófilo: —¡Vamos a follarnos un gato, torturarlo, matarlo y después lo follamos otra vez!

Y el pirómano: —¡Vamos a follarnos un gato, torturarlo, matarlo, volver a follarlo otra vez y prenderle fuego!

Se hace un repentino silencio, y todos miran al masoquista y le preguntan: —Y tú, ¿no dices nada?

Y el masoquista dice: —¡Miauuu!

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San Emeterio

Este es un señor que, para pensar y reflexionar sobre la vida, el bien y el mal… escogió un cementerio a las afueras de la ciudad, un cementerio tranquilo, sin ruido…

Paseando, le llamó la atención una lápida. Miró la dedicatoria que tenía puesta y decía lo siguiente:

Aquí yace Vicente, que vivió cien años y murió a los veinte.

Este hombre, sin entender muy bien qué es lo que aquella frase quería decir, miró a ver si veía a alguien que se lo pudiera explicar… mirando, mirando, vio al encargado del cementerio y fue directamente hacia él para ver si le podía explicar por qué ponía aquello en esa lápida.

—Sí, por supuesto que se lo puedo explicar. Lo escribí yo… —dijo el enterrador.
—Explique, explique —dijo el hombre excitado.
—Era un chico joven, de unos veintitantos, al que un día le tocó el gordo de la Primitiva y empezó a salir con muchas chicas; luego se aficionó a la bebida, más tarde a las drogas, luego a las putas… y, a los veintitantos, murió. Por eso le puse aquello.
—Hombre, esto está muy bien. ¿Usted sabe quién me podría escribir algo así en mi lápida cuando fallezca? —le dijo el hombre.
—Sí, yo mismo, yo escribí la del chaval.
—Perfecto —dijo el hombre contento.
—Primero he de hacerle algunas preguntas.
—Muy bien, empiece.
—¿Usted trabaja?
—Sí, entro a las 7 de la mañana y me acuesto a las 0:00 más o menos.
—¿Usted bebe?
—No, no; no me gusta el alcohol.
—¿Usted sale con alguna chica o está casado?
—No, el trabajo absorbe casi todo mi tiempo.
—¿Usted consume algún tipo de droga?
—No, no me van esas cosas.
—¿Cuál es su nombre?
—Emeterio.
—¡Muy bien! —exclamó el hombre— Ya tengo su inscripción.
—¿Y cuál es? —preguntó Emeterio.

A lo que el enterrador dijo:

Aquí yace Emeterio: del coño de su madre al cementerio.

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Parto sin dolor

Un grupo de científicos inventó una máquina para transferir el dolor
del parto de la madre al padre.

Escogieron a una pareja para la primera prueba y le explicaron que la máquina podía programarse para transferir un porcentaje del dolor de la madre al padre.

El parto comenzó… la máquina se programó para transferir el 20% del dolor…

—No siento nada —dijo el padre—, súbanle a la máquina.

El porcentaje de transferencia se elevó a 50%.

—Todavía no siento nada —dijo nuevamente el padre—, súbanle más.

El porcentaje de transferencia se elevó al 100%. El niño nació sin problemas y tanto la madre como el padre disfrutaron del parto totalmente libres de dolor.

A la mañana siguiente, cuando llegaron a casa, encontraron al LECHERO…

¡¡¡muerto en la puerta!!!

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Estos hijos…

La madre entra en el cuarto de la hija y ve una carta sobre la cama. Pensando en lo peor, la lee con las manos temblorosas:

Es con gran pesar que te informo que huí de casa con mi nuevo novio, Juan. Estoy apasionada, está BUENÍSIMO, con todos sus piercings y tatuajes y con aquella moto. Pero no es sólo eso, mamá: Estoy embarazada y Juan dijo que seremos muy felices en su tráiler. Él quiere tener más hijos conmigo, y eso es lo que siempre soñé. Aprendí con él que la cocaína no le hace mal a nadie, y por eso nunca nos va a faltar en nuestro hogar. Dice que viviremos en perfecta armonía con nuestros hijos y con toda la barra de amigos y, mientras, rezamos para que se encuentre un remedio para el SIDA y se restablezca… pobrecito.

No te preocupes, mamá: ya soy una señorita. Tengo 15 años y me sé cuidar muy bien. Cualquier día vuelvo para que conozcas a nuestros hijos. Un gran abrazo y hasta un día de estos.

Tu hija,
María José

P.D.: Mami, no te asustes: es todo mentira. Estoy en la casa de mi amiga Patricia. Sólo te quería demostrar que hay cosas peores que las notas del colegio, que están en el primer cajón de mi mesilla.

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Isla desierta

Un avión se estrella en el Pacífico Sur. Sólo sobreviven tres: el piloto, un auxiliar de vuelo y una azafata que se agarran a los restos del avión.

Al cabo de una semana a la deriva, llegan a una isla desierta, lejos de cualquier ruta aérea y marítima. Saben que no les buscarán más.

Entonces, se organizan la vida. Construyen una bonita cabaña. La naturaleza es generosa y les provee de carne, frutas y agua fresca. Ellos son jóvenes y majos…

Al cabo de dos meses de convivencia en la isla, la azafata se decide a hablar de un tema con los otros dos…

Vamos a ver amigos… Estamos solos… Y puede ser para siempre.

Nos hemos respetado desde el momento en que llegamos aquí… Tenemos nuestra intimidad… Todo está fenomenal… Pero… creo que todos tenemos cierta carencia… Yo sé que vosotros por delicadeza conmigo no queréis hablar de eso; por lo tanto lo hago yo: a ver si estáis de acuerdo en esto…

Tú me lo haces los días pares y tu los impares… Y, si surge cualquier problema, lo hablamos y lo solucionamos. Todos de acuerdo y encantados de haber estado tan organizados y poder hablar del asunto…

Pasan unas semanas fabulosas. Cada uno su turno: uno los días pares y el otro los impares… Con un respeto y un entendimiento ejemplares.

Por desgracia, al cabo de dos meses la chica pilla un virus y se muere.

Los dos robinsones se quedan terriblemente tristes. Es una desgracia, pero la vida continúa y vuelven a la rutina de antes. Al cabo de un mes, uno de ellos se dirige al otro y le dice:

—Oye tío, el tiempo pasa y yo sé que esto es tan duro para ti como para mí. Por eso, tenemos que hablar… Me falta alguna cosa… Yo soy joven y no puedo seguir así… Tú, ¿qué piensas?

El otro le dio las gracias por sacar el tema y le dice que él también está pasando por la misma situación…

—Entonces, ¿tú también piensas como yo?
—Pues sí… Y, si no funciona, lo discutimos.
—De acuerdo… Entonces, ¿cómo nos lo montamos?
—Tú los días pares y yo los impares.
—Pues vale… No hay problema.

Y los tíos pasan otro montón de semanas geniales… Pero, una noche, uno le dice al otro:

—Oye tío, dijimos que lo discutiríamos si algo no iba bien… Bien, pues yo pienso que esto no debe continuar… Estamos solos y necesitados, pero lo que estamos haciendo no me convence… Es contra natura.
—Me tranquilizas. —le dice el otro— Yo también estaba pensando como tú… me gustaría que parásemos… De todas formas, ya no son las mismas sensaciones que antes…
—¿Estás de acuerdo, entonces?
—Sí, ¿y tú?
—Yo también.
—Bueno, entonces…….

…la enterramos, ¿no?